La
primera vez que viajas a Marruecos es algo totalmente desconcertante. Es un
país sorprendente que desde el minuto uno te transporta varios siglos atrás y
te atrapa en su halo de misterio. Quizás
esta es una de las características que lo hace un país bastante peculiar y con
un encanto categórico.
Cientos de ojos con abundantes e interminables pestañas de color negro te observan en silencio desde todas las localizaciones, y tal vez los primeros minutos puedas sentirte algo intimidado, pero es solo una cuestión de tiempo. Aclimatarse es fácil. Los lugareños te ayudan sin discernir en la inseguridad que nos aprisiona al principio.
Cientos de ojos con abundantes e interminables pestañas de color negro te observan en silencio desde todas las localizaciones, y tal vez los primeros minutos puedas sentirte algo intimidado, pero es solo una cuestión de tiempo. Aclimatarse es fácil. Los lugareños te ayudan sin discernir en la inseguridad que nos aprisiona al principio.
Y de
esta manera, si vas a pasar allí un escaso fin de semana, cuando llega el
momento de partir, es cuando casi estás empezando a adaptarte a ese “Nuevo Mundo”.
Es por eso que recomendamos como mínimo, unas vacaciones de 3 ó 4 días.
Mi hermana y yo hemos estado unidas desde muy pequeñas a este país. De una manera o de otra las circunstancias nos han hecho conocer a muchas personas (nuestros abuelos incluidos) y numerosos amigos de nuestros padres, que tuvieron que emigrar a Marruecos en momentos difíciles en la España de principios del siglo XX. Y así comenzamos a comer Cuscús y Pastela, en reuniones anuales de antiguos residentes del Norte de Marruecos, sin ni siquiera haber pisado el país en el que ambos platos se cocinan con mayor frecuencia.
Chef ChaouenMarrakech
Ouarzazate
El Rif
El Gran Atlas
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